La travesía del viaje del piloto Pardo, rescate en naturaleza extrema.

Por Ricardo Arce y Alejandra Espinoza

El 30 de agosto se cumplieron 105 años de la hazaña del joven y experimentado Teniente Luis Pardo, quien junto a su tripulación, rescató a 22 hombres náufragos del Endurance, embarcación que se encontraba en la Isla Elefante a 953 km de las Islas Malvinas.

El rescate tuvo repercusión mundial y fue informado por diversos medios nacionales e internacionales.

El viaje comienza con la salida de Punta Arenas el 25 de agosto a mediodía, pero las complejidades ya se esbozan el día 27 al llegar a la Isla Picton, acá los tripulantes asumen la faena de hacer carbón para resistir tan difícil viaje.

De acuerdo a lo señalado por Pardo, al salir de Picton, tan solo a 70 millas de camino, se encontraron con grandes columnas de hielo que impedían la navegación, por lo cual se debió maniobran la embarcación con especial cuidado, cosa de no estrellarse con estas imponentes estructuras, colapsar por el viento o las fuertes corrientes que hacían difícil la labor.

Sin embargo, esto no fue la única dificultad, a 150 millas de la Isla Elefante surgió un campo de gruesa neblina que impedía la visión, agudizando las dificultades y aumentando las probabilidades de chocar con las masas de hielo.

De acuerdo al relato de Pardo, para vencer obstáculo de la neblina, fue necesario disminuir el andar del barco, y durante la noche solo se avanzó tres millas por hora.

La Isla Elefante era muy difícil verla, sin embargo, Pardo y sus hombres calcularon que los refugiados tendrían su campamento en el norte de la isla, en una parte plana de pequeña extensión, entre un gran ventisquero y algunos pequeños montículos que se elevan desde el nivel del suelo.

Pardo señaló que, además de la neblina, las corrientes marinas se interpusieron entre la isla y el barco como un gran témpano que cerraba el camino.

La solución para poder continuar el viaje fue la utilización de explosivos con el propósito de romper el témpano en dos trozos para, de esta forma pasar por la abertura, acción que dejo a la embarcación a unos doscientos metros de los 22 náufragos.

Lo que paso después fue solo alegría, se había acabado la angustiosa espera de estos 22 hombres que debieron aguantar condiciones climáticas extremas.

De acuerdo a palabras de Pardo la emoción es indescriptible: “Es imposible pintar a usted la emoción de aquel instante; sólo puedo decirle que esa ha sido la más hermosa recompensa para los esfuerzos que habíamos realizado a favor de los expedicionarios…».

Pero aún quedaban dificultades, el retorno no estaba garantizado, y las condiciones climáticas australes siempre son de compleja navegación.

El regreso al continente no fue a través del Beagle, debido una vez más a la intensa neblina. De acuerdo a las propias palabras del teniente Pardo: “Torcimos, pues al canal de Lemaire y por él continuamos nuestro viaje”.

El viaje de vuelta también estuvo sujeto a problemas a la altura del Cabo de Horno. Al respecto, Pardo señaló: “El sábado 2, a la noche, pasamos por Punta Dungenes: desde allí yo debía dar aviso de nuestro regreso y del estado de los náufragos; pero, no pude hacerlo porque el mal tiempo no lo permitía. Desde allí continuamos navegando sin novedad, hasta Punta Arenas”.

Es importante hacer notar la capacidad que tuvieron los náufragos de sobrevivir por 8 meses en territorio antártico con escasas provisiones y recursos. Pardo señala “Aquellos hombres no parecían hombres, sus figuras escuálidas demostraban los enormes padecimientos que hacían sobrellevado y el tristísimo estado en el que se hallaban con respecto a la limpieza, era la prueba más manifiesta de lo cruel que era para ellos la permanencia en tal espantoso desamparo. Las raciones ya estaban disminuidas a un cuarto de la ordinaria y se completaban la alimentación con pingüinos y lobos marinos”.

Finalmente, pese a los años transcurridos de tan notable navegación aún no ha sido olvidada, por la habilidad de los hombres que realizaron este viaje, que pese a la escasa tecnología de principios del siglo XX, pudieron sortear condiciones climáticas desfavorables y una geografía hermosa, pero convulsionada.


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