Por Alejandra Molina
Hace algunos días fue publicado el sexto informe del IPCC con los resultados de vanguardia acerca del estado del cambio climático, información que por algunos días fue difundida en abundancia por los medios de comunicación y las redes sociales debido a lo impactante de los principales resultados: el cambio climático es sin duda causado por el ser humano y el límite seguro de calentamiento para mantener el clima al que estamos acostumbrados se va a sobrepasar independientemente de las acciones que podamos tomar de aquí a futuro.
A modo de introducción me gustaría contar que el IPCC, de acuerdo a la descripción de su sitio web, es el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático y fue creado en 1988 para facilitar evaluaciones integrales del estado de los conocimientos científicos, técnicos y socioeconómicos sobre el cambio climático, sus causas, posibles repercusiones y estrategias de respuesta. En palabras simples, es una institución que se forma para estudiar de forma rigurosa el cambio climático de modo que los gobiernos del mundo en conjunto apliquen medidas para frenar o mitigar los efectos de los humanos en el clima.
Considerando lo anterior y en vista de los nuevos resultados del informe me puse a pensar en cuál es la conexión que existe entre la ciencia y el mundo político y económico. El IPCC me parece un buen ejemplo para analizar aquella relación, pues más de 30 años después de su creación, con miles de horas hombre, equipamiento tecnológico y científico utilizados para describir el cambio en el clima desde todos los puntos de vista multidisciplinarios y con participación de expertos de todo el mundo, estamos viviendo en uno de los peores escenarios que se podrían haber pronosticado inicialmente. Bajo mi punto de vista pareciera que en todo este tiempo los científicos hablan un idioma y los políticos otro, aparentemente existe la intención de comunicarse, pero sin éxito, ¿qué es exactamente lo que está fallando?
Quisiera hacer un paralelo con la pandemia de COVID-19, que también es una emergencia mundial, pero para la cual, sin embargo, en menos de un año los científicos dieron respuesta y los gobiernos rápidamente implementaron las medidas sugeridas (vacunas, cuarentenas, mascarillas, etc). ¿Cuál es la diferencia entre estas dos emergencias globales? ¿Por qué los gobiernos no han tomado medidas drásticas para frenar el calentamiento global después de todos estos años, a pesar de las recomendaciones del IPCC? Yo diría que la respuesta está en la permanencia del modelo económico. Mientras que para frenar la pandemia las soluciones propuestas por la ciencia no amenazan el capitalismo y consumismo, por el contrario, impulsan el crecimiento económico y la creación de nuevos mercados como el de las vacunas, mascarillas y desinfectantes con una gran demanda, prácticamente inelástica, de estos productos (recordemos que durante la pandemia los multimillonarios del mundo han aumentado su capital), para palear el cambio climático necesitamos replantearnos completamente el sistema económico y la manera en que vivimos y nos relacionamos entre nosotros y con nuestro entorno.
Si realmente queremos hacerle frente al cambio climático no se puede seguir produciendo y consumiendo a los niveles que se necesitan para que continúe el crecimiento económico esperado por los países de acuerdo con el modelo capitalista, por lo tanto, es mucho más simple hacer la vista gorda a la solución evidente y seguir manteniendo el sistema económico, junto con nuestros estilos de vida, tal como están. Y esta inercia no es de maldad per-se, es que el sistema está construido así, la economía actual no se puede frenar o desacelerar sin entrar en una crisis severa que nos afectaría a todos. Por otra parte, si bien la crisis ambiental producirá muchas pérdidas individuales (hogares, trabajos, alimentos), también producirá muchas necesidades, que al igual que para la crisis del COVID-19, se podrán solucionar moviendo la economía, por lo tanto, pareciera mejor, para mantener la estabilidad económica mundial, no hacer cambios profundos y esperar a palear las crisis derivadas del cambio climático, que intentar frenarlo.
La conclusión que puedo sacar de este análisis es que finalmente la ciencia está al servicio de la economía, por lo que si los resultados científicos son útiles al sistema actual estos serán escuchados e implementados y si no, bueno, serán más papers que quedarán dentro del mundo científico. Entonces no puedo evitar preguntarme: ¿para qué se creó y se sigue manteniendo el IPCC?
Sin embargo, la forma en que vivimos no solo está dictada por las leyes y normativas actuales, también y más importante, por las decisiones que tomamos cada uno de nosotros día a día. Y aquí la ciencia tiene la oportunidad de cambiar el mundo, a través de la difusión de los resultados de los estudios científicos directamente a la ciudadanía, en un lenguaje claro y cercano de modo que las personas los hagan propios y así empoderarnos todos para tomar las acciones necesarias en favor del bienestar del planeta y de la sociedad.
Una respuesta a “¿Para qué se creó el IPCC?”
Interesante columna.
Es destacable cómo las distintas sociedades alrededor del mundo tienen problemas para hacerse cargo del calentamiento global y aplicar medidas para reducir el impacto de nuestros hábitos diarios en los ecosistemas. Creo que un gran obstáculo es que la mayoría de la población no es capaz siquiera de pensar en «sacrificar » parte de estos hábitos (por ejemplo, evitar consumir carnes y pescados, reducir/ reutilizar/ reciclar, reducir el uso de vehículos en base a combustibles fósiles) porque siempre es más cómodo vivir pensando que otros pueden hacerse cargo del problema, lo cual es un grave error.
Por el contrario creo que la mayor adherencia a las medidas contra la pandemia por Covid 19 se debe justamente al interés social en recuperar la forma de vivir pre pandemia, lo cual claramente no es sostenible para la supervivencia humana en las próximas décadas.